-Bajo la tenue luz de una candileja, apenas si se dibujaba el escaso mobiliario y menos aún; lo que se encontraba sobre una pequeña cómoda con un espejo que había visto sus mejores días hacía mucho tiempo. Prácticamente a tientas, Lorena se aplicaba su pesado maquillaje, mientras notaba con cierto dejo de añoranza que éste no corría igual que hace algunos años al pasar la brocha sobre su piel.
-Una
noche más de éxito; Dijo para sí.
Aunque sus
mejores años habían pasado, el dominio de su arte se había acrecentado y ahora
cada uno de sus movimientos rayaba en la perfección. Se sabía excelsa, se sabía
estupenda. El público siempre había avalado estas afirmaciones con sus
aplausos, ovaciones de pie por más de cinco minutos, bravos, flores,
majestuosas cenas con mandatarios y todo miembro de las castas gobernantes de
varios países. En fin, recuerdos de una vida de éxito.
Lorena se enfocó en un pensamiento banal pero divertido. Hoy se amarraría diferente las delicadas cintas de una de sus zapatillas de ballet. Nadie lo notaría. Solo alguien entre el público que estuviese esperando un mensaje, algo secreto. En el pasado había recibido cantidades increíbles de arreglos florales y de invitaciones a lugares de ensueño, por gente que habría descubierto, estas pequeñas imperfecciones y los habrían tomado como un mensaje personal. Era algo muy divertido, sobre todo porque en realidad nunca hubo un alguien especial.
El trabajo que lleva a la perfección es un amo despiadado y todo lo que no sea en función de llegar al refinamiento del movimiento simplemente se queda atrás.
Aún y con éste elevado costo, Lorena era feliz, no había mejor vino o droga que inundara se cuerpo que el aplauso de la gente que se desbordaba y vitoreaba sus evoluciones dancísticas.
Caray ya casi es hora y ni siquiera he calentado. –se dijo. Mientras apuraba la labor de la brocha en su cara.
Se puso apresurada las zapatillas de punta siguiendo con el plan de las cintas. Que coquetería la mía. - pensó para sus adentros, mientras una sonrisa de delicada malicia se asomaba en su rostro.
-¡Primera llamada! Anunció una voz cavernosa al tiempo que se escuchaba una estentórea campanada.
-¡Madre de Dios! -exclamo asustada. Al tiempo que saltaba de su silla y apuraba algunos estiramientos para no entrar fría a escena.
El nerviosismo le hacía presa. Aunque como artista había pasado incontables noches en el escenario, la ansiedad que le causaba cada una de las funciones era la misma. Se ruborizo al sentirse como una puberta debutante.
Es el colmo - se dijo.
A estas alturas de la vida y yo con sarampión. Calmándose a sí misma y añadió: En unos momentos estarán comiendo de mi mano, refiriéndose al público que muy probablemente abarrotaría el recinto.
-Segunda llamada. Apuró la misma voz por fuera de la puerta. Los movimientos de Lorena se hicieron más frenéticos, su cuerpo empezaba a calentarse y su respiración a hacerse más profunda al tiempo que iba tomando la caracterización de un cisne.
-Tercera llamada.
Estaba lista, la música dio inició, el público en silencio. Lorena esperaba el punto de su entrada, mientras pensó en voz alta: -La gran bailarina está por entrar.
La introducción orquestal estaba en un su clímax. Cuando fue el momento, de un solo salto entro a escena, el público contuvo el aliento.
A la luz de la luna la bailarina evolucionaba grácilmente entre las tumbas y lápidas de aquel camposanto, era una magnifica visión blanca que hacía aplaudir a todos los ocupantes de las tumbas aledañas y lanzar bravos a la menor provocación. Mientras en una esquina alejada, el enterrador derramaba una pequeña lagrima, solo digna de un antiguo admirador.
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