-Ayer en la noche
platicando con mi compadre Juan y mi cuate Manuel, llegamos a varias
conclusiones apocalípticas. Que dicho sea de paso, nada tuvieron que ver con el
efecto de alguna "bebida espirituosa".
La plática empezó al calor de unas
cervezas y después de buenos trozos de carne asada, salchichas y chorizo
supuestamente Español, que en lo personal me había encargado de achicharrar.
No pasarían de las 10 de la noche y John
Lenon se esforzaba por desgañitarse en la grabadora que sonaba desde hacía ya
un buen rato.
Todo apuntaba a un típico final
dominguero, cuando pasó lo inesperado; ¡Un apagón! Nos quedamos mudos por más
de 5 segundos mientras la perplejidad de lo imposible impedía mediar palabra o
exclamación obscena alguna.
Contagiado por lo sorpresivo de la
situación, John Lenon se había silenciado en un desvencijamiento típico del
cassette que detiene lentamente su marcha.
En fuerte tropel aparecieron las
mujeres quienes se habían refugiado en el interior de la casa so pretexto de
lavar algunos pocos trastos, que se vieron sacrificados, aun
cuando habíamos tenido la "atinada" ocurrencia de organizar la
parrillada en platos desechables.
-¡Se fue la luz!-
Chillaron al unísono.
-¿A pooooco?
- respondimos los
hombres en coro.
-Ni nos habíamos
dado cuenta, añadió burlón mi compadre.
Esto cada vez se pone más feo.- Comentó
Manuel, mientras las féminas desordenaban mi casa en la búsqueda de velas.
Ya repuestos de la primera sorpresa le
prestamos la debida atención a Manuel, pues se había mantenido callado, más por
estar royendo un último hueso que por falta de buenas ideas.
Primero les sucedió a los Gringos.-
Continuó. Después a los Ingleses, antier a los Yucatecos y como va de
internacional el asunto pues ahora nos tocó a nosotros. -Esta "cañón"
aumento Juan, apurando un buen trago de cerveza.
Somos totalmente dependientes de la
electricidad.- Intervine. Nuestra dependencia hacia la energía eléctrica nos ha
sumido en un problema tan grande, que nuestra vida pende de un hilo.- No es
para tanto, dijo Manuel incrédulo. ¡Cómo no! Respondió mi compadre, dándome la
razón y de paso, honrando los Mexicanisimos votos del compadrazgo.
La electricidad se ha convertido sin
temor a equivocarme en la sangre que corre por nuestras venas, en el momento
que ésta deja de fluir, todo se desquicia, incluso si el apagón durara mas de
10 días correríamos el riesgo de no contarla.
¿Así de grueso? Preguntó Manuel.- Así de
grueso contestó mi compadre Juan, abriendo desmesuradamente los ojos mientras
hacía hincapié moviendo afirmativamente la cabeza.
-Imaginemos un
cuadro como el siguiente.- repliqué.
Si por algún motivo en especial o por
muchos a un tiempo, nos quedásemos sin electricidad, como estamos de momento. Y
que este asunto durase más de un solo día. ¿Se imaginan la pesadilla en que se
volverían nuestras vidas? Estamos tan acostumbrados a tener la energía
eléctrica al alcance de nuestras manos que prácticamente todo lo que hacemos se
pararía irremediablemente.
-Manuel Interesado
en el tema dejó de roer el hueso y al igual que Juan se incorporó un poco en su
asiento.
... Empezaríamos
con los problemas más cercanos. Tales como que nos quedamos sin horno de microondas,
televisión, música, luz para la noche, sin nada.
Obviamente los problemas secundarios
empezarían al segundo día; no hay agua, porque no funciona la bomba para
subirla desde el aljibe hasta el tinaco.
Iríamos a trabajar por la mañana para
encontrarnos con que el 90% de nuestro trabajo no lo podríamos hacer porque la
mayoría de la maquinara empresarial sin importar el ramo, usa energía
eléctrica, ni una mugre carta podríamos pedirle a la secretaria pues la
computadora estaría muerta.
¿Cuanto pueden durar las empresas en
esa situación de parálisis? A la semana de encontrarnos en este escenario, ya
no tendríamos agua ni para beber. También las máquinas de las purificadoras del
líquido vital habrían dejado de funcionar. Por otro lado, muy probablemente; ya
no habría gasolina para transportar nada, pues los dispositivos despachadores
de las estaciones de gasolina también son eléctricos y el mismo fenómeno se
extendería hasta los mismísimos pozos petroleros, bombas de los oleoductos,
refinerías, etcétera, etcétera, eeetceeeeteera.
-¡Nooooo
Maaaanches! Respondió Juan, imitando el tono alargado de mi última palabra. Mientras Manuel, aprovechando la pausa, se alargaría hasta casi caerse de la
silla para proveerse de un delicioso elote que había empezado a crepitar en el
asador.
-Imaginemos que
este contexto durase más de un mes.- dije; mientras buscaba a tientas el envase
de mi cerveza.
A esas alturas del problema ya no
hablaríamos de la incomodidad, sino que ya habría alcanzado el punto en que
diríamos ¡ya no tengo dinero para comprar comida! No hay cajeros, tampoco
movimientos bancarios ¡"no money"! Además que muy probablemente la
mayoría de los supermercados estarían empezando a sufrir una fuerte crisis de
desabasto.
Remontemos
el problema a tres meses seguidos. Mugrosos, "jediondos" y con
tremendas crisis nerviosas, estaríamos empezando a cuestionar nuestra
supervivencia y la de nuestras familias.
-Adfmas mjmjf
fcafca.- señaló Manuel; disparándonos granitos de elote al hablar con la boca
llena. -¿Que dijiste burro?- Interpeló Juan, quitándose sin disimular el
desagrado, los increíblemente precisos proyectiles antes lanzados por Manuel.
-¿Que que haríamos con la caca? Repitió Manuel esforzándose. -¿Cuál caca?
Vociferó Juan; ya de pie sacudiéndose con ambas manos la nueva andanada de
proyectiles que habían hecho blanco una vez más en su playera favorita.
Mientras la presente escena dantesca
aparecía ante mis ojos, mis oídos alcanzaron a escuchar a la mujer de Manuel,
que nos había rondado hacía algunos segundos en busca de cerillos, quejarse con
las demás señoras en el interior de la casa:
-¡Estos como
siempre ya están hablando de cochinadas!
...Como ni Juan ni
yo salíamos de nuestra "cara de interrogación", Manuel se explicó. -
La caca acumulada durante más de tres meses en una casa muy probablemente ya
llenaría un tambo de aceite.
-Y de los grandes; Agregó.
-En eso tienes
razón.- Contesté. Las enfermedades derivadas de la falta de aseo e higiene ya
empezarían a hacer mella en la población. Los hospitales trabajarían en
condiciones infrahumanas si es que estos estuviesen abiertos para ese momento.
Sobra decirles que ante una situación
como esta, la única pregunta seria ¿cómo sobreviviré en un ambiente así de
hostil? Suponiendo que tomásemos la decisión de sembrar nuestros alimentos y
que tuviésemos un punto de abastecimiento de agua como un pocito o algo por el
estilo, ¿cuántos de nosotros estamos preparados para producir nuestros propios
alimentos?
-¡Uuuy! Exclamo
Manuel.- A mi no se me daban ni los frijolitos que poníamos en frasquitos con
algodón en la primaria.
-Esa es una gran
verdad.- Repuso Juan. La mayoría de todos los humanos no tenemos ni la más
remota idea de cómo hacer crecer algo de la tierra.
-Pero pongámonos
optimistas.- Interrumpí. Hagamos un supón... Que tal que tenemos agua y que
nuestra huertita prospera aunque sea en macetas. La bronca aquí no va a ser
comer y mantener con lo mínimo indispensable para la supervivencia a tu
familia. Sino que el problema real es: que por cada familia que pueda generar
alimentos, habrá miles que no tengan ni la suerte ni la capacidad de hacerlo y
obviamente, no se van a morir de hambre así como así.
-¡Pos no! -
contestaron mis amigos al unísono.
-¿Quien de ustedes
es el valiente que se avienta a matar cristianos en justa defensa de su
huertita?
-Para terminar.-
Recapitulé. En cosa de poquísimo tiempo, estaríamos regresando a la época de
las cavernas y muy probablemente la mayoría de la población, terminaría muerta
en menos de un año.
Inspirado Manuel, respondió blandiendo
la mazorca.- ¡Y pensar que por un móndrigo apagón nos puede llevar a todos la
chinfamfa! Salvándonos mi compadre y yo de ser heridos en nuestros oídos al
cortar Manuel la ultima palabra por darle una certera y final dentellada a la
ya desnuda mazorca.
Sin aviso ninguno; las luces se
encendieron, no sin antes hacer que entrecerráramos los ojos profiriendo la
palabrota que segundos antes le había sido negada a Manuel.
-¡Hágase la luz!-
Gritó Juan. Al tiempo que John Lenon retomaba con nuevos bríos el ambiente de
aquella noche dominical.
(Julio del 2007)
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