-Siempre hablar de la pobreza nos lanza a recordar escenas de hambrunas y niños africanos famélicos, imágenes por demás desgarrantes. Sin embargo, también hay que hablar de una pandemia que es la pobreza de espíritu o la pobreza del “ser” o podríamos definirlo también como la incapacidad de ser humano.
A partir de los años ochentas, del siglo pasado, el declive por la necesidad de los humanos en general por acercarse a las bellas artes y el conocimiento en general es alarmante. El conocimiento en sí, nos da la oportunidad de tener mayor control de nuestro entorno y por lo tanto el poder manipular éste para nuestro beneficio y el de nuestra comunidad. El hecho de que podamos presenciar las imágenes de niños muriendo de hambre y sed, es una de las consecuencias por la deshumanización producto de lo que básicamente nos hace humanos.
¿Pero qué es lo que se necesita para ser un humano? O quizá debería variar la pregunta a: ¿que nos diferencia de los demás seres vivos de nuestro planeta? La contestación más común y errónea (basada en el poco conocimiento de los demás seres vivos que comparten nuestro espacio en el universo) es que se trata de los sentimientos. Éstos se dan en la llamada zona límbica de nuestro cerebro que es la parte más interna y primitiva en donde nacen el amor y el odio, la necesidad de pelear así como de huir, los impulsos de reproducción, etcétera; todo lo básico lo cual compartimos con los reptiles y mamíferos por igual. Entonces, si el tener sentimientos no es endémico de nosotros “los reyes de la creación” ¿Qué es lo que nos hace humanos? Aquí podríamos entrar en una discusión de 100 años y no salir con nada en claro, pero lo que sí es seguro, es que sea lo que sea lo que nos hace humanos, nos está faltando por montones y esa es una de las peores pobrezas que de hecho es la culpable de la erradicación de nuestro civilización y planeta.