Sabatino Curso de Capacitación
-El fin de semana pasado, me encontré atrapado por un disposición oficial de la institución en la que trabajo, al tener que asistir a las ocho de la madrugada a un supuesto curso de capacitación, so pena de amanecer el lunes engrosando la larga lista de los desempleados de México. O por lo menos así estuvieron las amenazas -aunque dicho sea de paso- al final de cuentas no paso nada, no corrieron a nadie y obviamente ningún directivo asistió. Pero eso si, me tuve que soplar durante dos horas la chillona voz de una supuesta motivadora que ataco con vehemencia mis oídos, lastimados por el alto volumen del micrófono y su voz pituda de plañidera mal pagada.
Estimados lectores, no suelo quejarme mucho de esta vida matraca, pero hay hitos históricos dentro de ella, debido a los cuales no puedo quedarme callado y escribo estas pocas líneas como forma de sacarme un poco la espina de una amargura que poco a poco se apodera de mi, conforme me hago más viejo.
Como cruenta ironía el maldito curso se llamaba “Calidad de Vida”. ¿Bonito nombre verdad? Nada más alejado de la realidad. Es así que un sábado a las siete de la mañana inició mi despertar con el siempre odiado ruido del reloj despertador, para saltar a la regadera prácticamente dormido y llegar a mi lugar de trabajo sin morir en el intento. Aunque he de confesarles que realmente llegue convertido en algo parecido a un cadáver: En un singular estado de vida latente o muerto fresco y rebelde, que se niega a regresar al sufrir de lo cotidiano, pero con las cualidades del zombi, que sin voluntad propia, camina hacia la nada, sin descanso, sin aliento, sin… Sin ganas de ir al maldito curso de capacitación.
Llegando a mi destino, coincidí con otros zombis o quizá debiese llamarles compañeros, que de igual manera apuraban el paso, para no llegar tarde a la cita, pues como les digo estimados lectores, la espada flamígera del desempleo pendía sobre nuestros cuellos, por lo que estarán de acuerdo conmigo, que no hay una peor amenaza para alguien quien tiene bocas pequeñas que alimentar.
Al entrar al auditórium en donde estaba pactada la cita, descubrí que se encontraba casi lleno, inundado de un voraz barullo de todos los ahí reunidos.
¿De que se tratará esto? Ojalá sea bueno lo que presenten, espero que esta mugre no este muy pinche. Es esto entre otras preguntas el inicio de nuestras conversaciones ya una vez instalados en las verdes y nada cómodas, sillas en donde pasan nuestros días, con las esperanzas amplias, el ánimo en alto y el trasero chato.
De repente, entro la estrella del show, se acallaron las voces a fuerza de reclamos de los organizadores, seso el barullo, ante nosotros una morenita, chaparrita, enjutada en un chillón vestido verde, escuchaba embelesada su curriculum como deportista, pues resulta que en sus años mozos fue gimnasta y llego hasta un grado cinco, cosa en la que el presentador hizo hincapié, pues al parecer solo algunos escogidos en México logran ese nivel. Y cuando apenas salía de mi asombro, pues aún no sabia a ciencia cierta que suerte me deparaba en el recinto, inició su ponencia pidiéndonos nuestro permiso para hablarnos francamente pues ella era una terapeuta que tenia su consultorio en la ciudad de Aguascalientes y venia con el firme propósito de motivarnos.
¡Chanclas! –Pensé para mis adentros- esto se va a poner feo.
Y vaya si tuve razón, la señora durante las dos horas que duro la tortura, se dedico a fastidiarnos con posturas totalmente históricamente rebasadas, lugares comunes, paráfrasis vanas, verborrea sin contenido y mucho menos sustento, en donde nos dejo ver 3 posturas básicas: Ustedes y solo ustedes están fregados porque así lo quieren, véanme a mi, una maromera convertida en reina, ganando dinero a manos llenas y honrosamente casada les vengo a decir a ustedes: bola de brutos, que el camino del conocimiento solo lleva a la zozobra, aquí lo que importa y lo que es sustantivo para todos es que ganar dinero.
Yo no daba crédito a lo que para entonces mis malheridas orejitas estaban escuchando.
Continuará
-El fin de semana pasado, me encontré atrapado por un disposición oficial de la institución en la que trabajo, al tener que asistir a las ocho de la madrugada a un supuesto curso de capacitación, so pena de amanecer el lunes engrosando la larga lista de los desempleados de México. O por lo menos así estuvieron las amenazas -aunque dicho sea de paso- al final de cuentas no paso nada, no corrieron a nadie y obviamente ningún directivo asistió. Pero eso si, me tuve que soplar durante dos horas la chillona voz de una supuesta motivadora que ataco con vehemencia mis oídos, lastimados por el alto volumen del micrófono y su voz pituda de plañidera mal pagada.
Estimados lectores, no suelo quejarme mucho de esta vida matraca, pero hay hitos históricos dentro de ella, debido a los cuales no puedo quedarme callado y escribo estas pocas líneas como forma de sacarme un poco la espina de una amargura que poco a poco se apodera de mi, conforme me hago más viejo.
Como cruenta ironía el maldito curso se llamaba “Calidad de Vida”. ¿Bonito nombre verdad? Nada más alejado de la realidad. Es así que un sábado a las siete de la mañana inició mi despertar con el siempre odiado ruido del reloj despertador, para saltar a la regadera prácticamente dormido y llegar a mi lugar de trabajo sin morir en el intento. Aunque he de confesarles que realmente llegue convertido en algo parecido a un cadáver: En un singular estado de vida latente o muerto fresco y rebelde, que se niega a regresar al sufrir de lo cotidiano, pero con las cualidades del zombi, que sin voluntad propia, camina hacia la nada, sin descanso, sin aliento, sin… Sin ganas de ir al maldito curso de capacitación.
Llegando a mi destino, coincidí con otros zombis o quizá debiese llamarles compañeros, que de igual manera apuraban el paso, para no llegar tarde a la cita, pues como les digo estimados lectores, la espada flamígera del desempleo pendía sobre nuestros cuellos, por lo que estarán de acuerdo conmigo, que no hay una peor amenaza para alguien quien tiene bocas pequeñas que alimentar.
Al entrar al auditórium en donde estaba pactada la cita, descubrí que se encontraba casi lleno, inundado de un voraz barullo de todos los ahí reunidos.
¿De que se tratará esto? Ojalá sea bueno lo que presenten, espero que esta mugre no este muy pinche. Es esto entre otras preguntas el inicio de nuestras conversaciones ya una vez instalados en las verdes y nada cómodas, sillas en donde pasan nuestros días, con las esperanzas amplias, el ánimo en alto y el trasero chato.
De repente, entro la estrella del show, se acallaron las voces a fuerza de reclamos de los organizadores, seso el barullo, ante nosotros una morenita, chaparrita, enjutada en un chillón vestido verde, escuchaba embelesada su curriculum como deportista, pues resulta que en sus años mozos fue gimnasta y llego hasta un grado cinco, cosa en la que el presentador hizo hincapié, pues al parecer solo algunos escogidos en México logran ese nivel. Y cuando apenas salía de mi asombro, pues aún no sabia a ciencia cierta que suerte me deparaba en el recinto, inició su ponencia pidiéndonos nuestro permiso para hablarnos francamente pues ella era una terapeuta que tenia su consultorio en la ciudad de Aguascalientes y venia con el firme propósito de motivarnos.
¡Chanclas! –Pensé para mis adentros- esto se va a poner feo.
Y vaya si tuve razón, la señora durante las dos horas que duro la tortura, se dedico a fastidiarnos con posturas totalmente históricamente rebasadas, lugares comunes, paráfrasis vanas, verborrea sin contenido y mucho menos sustento, en donde nos dejo ver 3 posturas básicas: Ustedes y solo ustedes están fregados porque así lo quieren, véanme a mi, una maromera convertida en reina, ganando dinero a manos llenas y honrosamente casada les vengo a decir a ustedes: bola de brutos, que el camino del conocimiento solo lleva a la zozobra, aquí lo que importa y lo que es sustantivo para todos es que ganar dinero.
Yo no daba crédito a lo que para entonces mis malheridas orejitas estaban escuchando.
Continuará